Como esa barcaza

 Como esa barcaza 

que  deja atrás, 

árboles futuros,

pastizales pasados

enmarañada maleza de siempre,

a la hora que las voces callan 

o encallan en la niebla

en  la hora del silencio que vive en los muelles

en el caldo, 

en la poción justa...


Hallar que no es mágica,

mucho menos reveladora,

la terraza inhóspita  donde

 aún la encuentro

donde sigue tallada

hermanada como  raiz

 y cielo, la luna ahí

tal cual la dejé antes de nacer,

Madera gastada.


Así imaginó mi mano

 Tocando la madera gastada

casi blanca.

 Despellejada.

Entre canales retorcidos

una canoa,  

la figura de curvosas alamedas  

Legua fronodosa 

recoveco nunca tocado

por algodones manchados

si, por un brio manso

de un anaranjado sin límites

cabalgando en fila india

 en finas cuentas, en un espiral rosado

del rio.


El arpón surciendo, día a día, 

las heridas de un  matón invisble, inevitable 

que no lamenta  existir para nada

para la buena nada

 o  ser su propia descomposición

  o  ser masticado por una luna  

en  su propia sombra de carne

reflejada en el río,  

donde un sólo adios basta para apuñalar

 una página en blanco,

 un sólo adios para amancer en la ausencia.

Que ojalá me asesinara el mal trago 

 que vivir asediado por lo que nunca será alba

ni fabricas de nocturnidades

  fotos de un campo minado de hazañas  con gusto  a vapor de lo que fue...

Arribar, entonces

 arrojar la brújula a la sal del sol. 

¿Darle muerte  a esa neblina que nunca se evapora?

Me veo  desconocido en los bancos estancados  de suspiros 

Llevando a la bestia al rebaño

 herido de mí mismo,

a un camarote, su camarote,

que últimamente lleva mi nombre.

Mis fechas, mis inevitables tiempos

¡¿De quién es la bestia que arrastro y toca una armónica

que sólo trae destellos de olvido junto a mi nombre?! 

¿Avanzamos, retrocedemos aquello y  yo ..?

Desciendo los escalones 

de una escalera caracol 

 tal vez real, 

sólo en tempestades.

Rayos que se pegan a la tierra 

electrocutando cruces 

ausencias sólidas, armadas hasta los dientes

en la noche


Desde la otra orilla, sueña un faro roto

seguramente por pedradas de pájaros...

Que me pregunto. 

¿ De quién es el olvido

que lleva mi proa?

Este rudimentario cuerpo

con un imposible  no sé qué 

 inscrustado  como escarapela de otoño. 

Ese  final tumultoso de emociones  torpes y brutales,

    que vuelve nido venenoso por temor a ser serpiente de agua, 

prejuicio que no da leche, ni frutos, ni cesped donde morir,

  bestia que me presta su sombra

para hacer de mí. 


 Arenas que navegan la barcasa 

 lago cuya luna de pesadilla

 tan dulce, 

me ausentan de toda ausencia, 

 tinaja que recoge refucilos en el desvelo

apenas eso,  

más o menos...  

   

Comentarios

Entradas populares de este blog

Carne de tu carne

Más real que la luna

Padre