Sendero
sendero regado por la gesta de mis pasos
Arengreen de empedrado
Rojas de herreros y tintoreros
Puerta, ladrido
caminamos por las paredes de ladrillo.
Felipe Vallese siempre otoño
saltamos aquel muro rutilante
entrando en una repentina orilla blanca
(recuerdo un sueño blanco donde alguien me habló de una orilla blanca )
sospecho la presencia del mar
oigo su voz efervecente.
Otra calle cayendo como chispas de una máquina soldadora
y ella cada tanto alza su mirada...
Rasgamos el encantamiento de miel
la resaca del amancer
colgada de la pendiente de una baldosa.
"Sé que esto lo recordaré más tarde"
me digo, vamos hacia una nueva reminiscencia,
Orilla blanca.
Nadamos
braceamos contras las olas,
esucho su jadeo entre la espuma
el mar de la calle de la pollería,
no nos ahoga, ni retrasa
subo cachivaches a mis ojos,
ella se deshace entre las ramas tostadas
mi mano y mis pasos y la lengua jadeante a mi lado
surgen tras la memoria de hojas vivas pero secas
La calaveras sonrientes que traman el futuro.
Los valles ocultos en las vías del tren
la crocante calle Bacacay
crujen de secretos silencios
a mis espaldas,
lo civilizado se resquebraja debajo de mí
debajo de las asaderas de tortas fritas,
se asoma una parte sin edad de la avendia Rivadavia
me espera gustosa
vestida con el color anónimo de un semáforo
sabe que nos verá de regreso
con las patas, pies y destinos mojados...
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